sábado, 9 de abril de 2016

Relato con fondo de luna

Nos citamos en el muelle para ver nuestro último atardecer del verano. Pensabas escabullirte con alguna excusa en el fastidioso momento del baño de los chicos, las demandas de crema para apaciguar las pieles enrojecidas, los preparativos de la cena. Yo aprovecharía una imprevista compra de almacén, después de que los míos volvieran de pescar, como siempre, exhaustos. Mientras tanto nos escudaríamos una vez más en la impune soledad en que cae la costa a esa hora en que el cansancio y los mosquitos acorralan a todo el mundo puertas adentro. 
Llegué puntual, no quise perderme ni una escena del espectáculo. Siempre me maravilla ver cómo el telón rojizo anaranjado se va plegando poco a poco contra las siluetas de los ceibos de la otra orilla. Las nubes delinean un ojo censor y prometen, para más tarde, un poco de alivio a este calor insolente de marzo. Las chicharras fueron callando su melancólico quejido. Sólo algún chapoteo interrumpe cada tanto el silencio y me sobresalta como un latigazo.
Pasaron valiosos minutos y no llegaste. Se está haciendo tarde. Quiero creer que te retuvo alguna pequeña emergencia doméstica y no tuviste cómo avisarme sin levantar sospechas. O que estás, también vos, escondido entre el follaje de los sauces, especulando con que sea yo quien asome primero, quizás disimulando que traés ocultas dos copas y un vino helado. Pero las ramas, indiferentes, no se apartan para revelarme el fin de la espera. 
No quiero ponerme triste porque te vas mañana. Ya lo sabíamos: empiezan las clases y los fines de semana se impone la rutina de llevar a tus hijos a cumpleaños, al cine, al club. Pronto, quizás, desconocidos ocupen tu cabaña y a la promesa de volver no bien puedas se interpongan otras circunstancias o tu propia decisión. 
El sol cayó abruptamente, sin esperanzas. No apareciste. Privilegiaste el agua mansa y silenciosa que va buscando su nivel en las depresiones del suelo, antes que el impetuoso fluir de este río que corre modificando el paisaje de la vida. 
Miro desde aquí las sillas huérfanas, nuestro desolado observatorio vacío. La luna se tapa la cara para no ver que no viniste, siquiera, a despedirte.

Mención en el concurso "Palabras en el agua", organizado por la Cátedra UNESCO de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral y la Cátedra Abierta de Estudios Latinoamericanos “José Martí”, de la UNL,

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